sábado, 21 de mayo de 2011

15M: crónica de un activista atípico


15 de Mayo, fecha para el inicio de una etapa de esperanza
Después del día 15 de mayo ya nada es igual. El protagonismo de la democracia vuelve al pueblo. Da igual quién gane en tu ayuntamiento o en tu comunidad. Todos estamos de acuerdo que en el sistema actual esas personas ya no nos representan. Pueden tener muchos votos pero no tienen nuestra confianza.
Y llegados a este punto el gobierno central se enfrenta a un hito histórico. Tiene que incorporar las modificaciones adecuadas para que el sistema comience a abrirse a la participación ciudadana en la política del país, tanto a nivel nacional como autonómico y local. Hay algo importante, el mensaje de la ciudadanía es muy claro: se llama DEMOCRACIA PARTICIPATIVA, aunque el movimiento tenga un nombre  (Democracia real ya!) más entendible por una inmensa mayoría que posiblemente no se le ocurra ir a la wikipedia a buscar información. Y ese mensaje está escrito en mayúsculas y se está transmitiendo dulcemente, sin violencia porque la crispación es posiblemente el detonante de la siguiente etapa. Ahora sólo estamos en la introducción.

La cruda situación actual de la democracia
Y ese enorme reto le llega en un momento en que  no existe democracia participativa en ningún estamento, ni partidos políticos, ni sindicatos, ni siquiera ONGs. El sistema actual en todas partes es que alguien tiene el poder para determinar y negociar quién va en la lista y quién la va a encabezar y si van a admitir más de una lista, que generalmente y curiosamente no suele darse esa opción porque antes ya se toman las medidas adecuadas.
Es un sistema de coacción, donde se valora mucho más tu docilidad que tu honestidad y tu valía. El sistema necesita borregos que se dejen degollar si hace falta en cualquier momento o rebajen su dignidad a lo mas bajo con tal de mantener su posición y la de sus familares y amigos ya instalados en el sistema. Y en ese sistema jerárquico en forma de raíz el que está arriba suele depender de otro sistema en forma de raíz y así si seguimos subiendo por esta especie de planta gigante, cuando asomas a la luz no ves el cielo,  ves un hombre (generalmente son de género masculino) que ha llegado a acumular tanto poder y tanto dinero de ese sistema que no sabe ni siquiera qué hacer con ello.
Los ciudadanos nos enfrentamos a una cruda realidad, hemos tenido un sueño, nos ha parecido tan real que aún se encuentran nuestros ojos húmedos de le emoción, pero el despertador está ahí para avisarnos de que un día más tendremos que madrugar, coger el metro o el autobús, llegar a tiempo a nuestro destino si es que lo tenemos  y someter nuestra realidad a un poder al que le hemos dado demasiada ventaja tanto en recursos como en tiempo.
Es posible que mientras viajemos en el metro o en el autobús cerremos un momento los ojos y volvamos a recrearnos con esas imágenes tan emocionantes, nuestras manos levantadas gritando, bailando, todos juntos en paz y con alegría y una sonrisa dibujada en nuestro rostro alarmará a nuestro compañero de enfrente: creerá que estamos locos.

Los medios: el instrumento certero y letal
Dentro del sistema que conocemos, el principal arma y más letal son los medios de comunicación, todos en manos de alguno de esos “señores de la guerra del capital”. Ya están maquinando formas de destruir el movimiento. Si éste es un éxito habrá personas que habrán colaborado más que otras en las acampadas. Hay que juntarlos, premiarlos, reconocerlos públicamente el éxito. Querrán un representante de cada ciudad con el escudo de su ciudad o simplemente el nombre, una especie de selección de acampados. Como algunos de ellos no tendrán recursos les pagarán las dietas y viajes a Madrid, a Bruselas, a donde haga falta. Ahí les agasajarán y les harán famosos: reportajes en la televisión, en la prensa, entrevistas en la radio, ofertas de trabajo muy apetitosas,...y caerán en el sistema porque no sólo son humanos, sino que han sido educados para que se entreguen al primer intento. El sistema educativo actual está basado en la competencia personal donde lo colectivo suele reducirse a una foto anual de recuerdo. Ahí está el problema de fondo de nuestro fracaso.

Una de mis experiencias
Una periodista me preguntaba ayer en La Escandalera (plaza de la acampada en Oviedo) mientras entregaba el manifiesto a los viandantes: “Y a partir del lunes, ¿vais a convertiros en un partido político?”
- No. Eso es imposible. Este movimiento es ajerárquico donde la aportación de los miles de personas que lo hacemos posible es en forma anónima. En cuanto haya una jerarquía esta plataforma se acabará autodestruyendo por la lucha de poder y en caso de que sobreviva tendrá los mismos defectos que los partidos a los que ahora criticamos (se me vino a la mente una exposición desafortunada  que hice en la asamblea nocturna del pasado miércoles en que nombré la palabra “partido” y se me echaron todos como buitres, claro que después de unas horas de velada en Sol, una jornada de trabajo de doce horas y un viaje en autobús de cinco horas para llegar a Oviedo, mi mente no estaba en su mejor momento).

La experiencia más grata
Después de la experiencia vivida el 15M en la manifestación no pensé que se podría superar, pero ayer en la asamblea de la tarde, después de una serie de intervenciones a micrófono libre y abierto, se repartieron la gente en varias asambleas. Yo me fui con mi hijo a la asamblea que iba a tratar el tema: “democracia”. Se formó un corro con mucha gente alrededor y el moderador abrió el turno de intervenciones. Yo intervine el primero y la gente se fué incorporando después, también intervino mi hijo. Se vieron opiniones muy dispares. Unos eran muy prácticos, otros soñadores. Unos tenía menos años y otros hasta cuatro veces más, pero se creó un debate, en la calle, popular, libre, abierto, sin nombres, sin cargos, sin jerarquías. ¿Cómo lo llamarían los académicos? Posiblemente demagogia, pues viva la demagogia, porque entre todos ellos hubo un chico que consiguió emocionarme. Lo más seguro es que era la primera vez que hablaba en público a pesar de sus ya cuarenta años más o menos. Estaba sufriendo tanto que a muchos nos daba pena al principio pero cuando fué hablando nos transmitió a todos un mensaje muy claro y muy profundo. Habló de que las minas asturianas no eran rentables porque en otras partes del mundo había personas que como esclavos trabajaban para extraer el carbón con unos sueldos tan miserables que no les llegaba ni para comer. Explotados sin escrúpulos por empresarios insaciables originaban un enorme desequilibrio que al final nos perjudicaba también a nosotros. Quería decir que en un sistema global si no eres solidario con el resto, al final esto también se vuelve en tu contra.
Una experiencia para repetir, nunca vivida antes en una calle en Oviedo en los últimos años, quizás habría que remontarse a principios del siglo XX para recordar algo así.
Mientras el teatro Campoamor estaba repleto, las calles de los vinos a rebosar, y muchos partidos en plena fiesta con abundantes pinchos y bebidas, y música para celebrar por adelantado el seguro triunfo de todos, yo, sentado en el suelo, viendo a mi hijo debatiendo con ciudadanos de todo tipo fuí inmensamente feliz, porque en ese momento me sentí el hombre más afortunado al comprobar que un sueño puede ser real, aunque parezca que no sirva para nada, pero seguro que a mi hijo esto le dará fuerzas para seguir luchando por una sociedad mejor.

La esperanza
Internet, vehículo lleno de posibilidades... y de sorpresas. Lo dominamos. Tenemos medios técnicos suficientes como para ejercer la presión. Ellos tienen medios técnicos como para permitir nuestra participación. Tenemos más de cuarenta millones de personas agazapadas trabajando en la sombra, y su trabajo comienza a transformar el orden. Comienzan a ponerse nerviosos. Pueden haber caído en su propia trampa. El tiempo lo dirá. Por ahora, estamos en el buen camino y los hechos se suceden más rápido de lo esperado. Estaremos espectantes pero sobre todo ilusionados. Lamento no ser más claro, pero hay esperanza, aunque como algunos piensan eso es lo último que se pierde.

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